lunes, 15 de octubre de 2012

Capítulo 3


Placeres y deberes

Eran las seis de la mañana del sábado, comenzaba el amanecer, las calles todavía estaban desiertas, pero no era un obstáculo para Allan.
Se levantó de la cama, fue al baño a lavarse la cara y despejarse un poco, se dirigió a la cocina entre la oscuridad de la madrugada. Abrió la nevera y echó un vistazo de arriba a abajo, meditó un instante y cogió un bote de zumo de naranja, lo abrió y comenzó a beber hasta que se terminó.
No le apetecía nada más, así que fue a su habitación y comenzó a ponerse la ropa para salir a correr. Se puso los pantalones cortos, una camiseta corta que había conseguido en su última carrera y un cortavientos. Se ató las zapatillas, y sin hacer mucho ruido, para no despertar a sus padres, salió de casa.

Al salir por la puerta del patio, notó como el frío comenzaba a apoderarse de su cuerpo, como siempre, antes de comenzar a entrenar, realizó unos ejercicios de calentamiento, hizo estiramientos durante varios minutos y acto seguido comenzó a correr.

Allan tenía previsto realizar un entrenamiento relajado, ya que el día anterior ya había salido a correr. Hoy simplemente, se concentraría en correr ocho kilómetros a un ritmo continuo, no muy alto.
Pese a que era muy pronto, por la zona donde Allan entrenaba, ya había algunos corredores como él corriendo. Cuando se cruzaba con alguno, ambos solían dar los buenos días.

Cuando ya llevaba varios kilómetros, Allan comenzó a encontrarse muy bien físicamente, las piernas parecían no notar la fatiga del día anterior, y decidió aumentar la velocidad. No era lo que tenía previsto, pero al encontrarse bien las piernas aumentaban el ritmo solas.

Al cabo de casi cuarenta minutos corriendo, Allan ya había recorrido los ocho kilómetros que tenía previstos correr. Se puso a trotar a un ritmo lento, realizó estiramientos y volvió a casa para darse una ducha y desayunar.

Aquella era la rutina que solía llevar Allan en sus días de entrenamiento. Después de desayunar se puso a ver la televisión, ya que se retransmitía la clasificación de la F1.
A las once, sonó el teléfono de su casa, Allan contestó:


-¿Diga?
-Allan, soy Rick, ¿has visto la F1?
-Si, ha estado bien, ya veremos mañana en la carrera...¿qué quieres Rick?
-Pues te he llamado para preguntarte si te vienes esta noche a ver los combates en el Front Ripper. ¿Qué te parece?
-Pero...¿de cuánto dinero estamos hablando?
-Es gratis, mi padre me ha conseguido dos entradas VIP.
-Bueno, entonces me parece bien. ¿A qué hora quedamos?
-Si el combate es a las diez, quedamos a las nueve y cuarto debajo de mi casa, así vamos con tranquilidad hasta el estadio.
-Vale Rick, allí nos vemos.
Acto seguido, ambos colgaron.
Allan se dirigió a su habitación para cambiarse, tenía comida con su familia. Cuando se dio cuenta ya era hora de irse a comer, cogió las llaves y se fue al restaurante.

Allan estaría con su familia casi toda la tarde, pero tendría el tiempo justo para llegar a su casa, cambiarse y irse con Rick a los combates por la noche.

********


Kurt, como era de costumbre, se levantaba tarde. Intentó recordar lo que había pasado la noche anterior, pero solo conseguía recordar momentos específicos. Recordó con más ímpetu y pudo acordarse de aquella chica, Kate. Se levantó para coger el móvil y observó que al lado había un papel que ponía: “Si quieres quedar, llamame. Besos Kate” y al lado un número de teléfono.
Fue al baño, se lavó varias veces la cara y sin pensárselo dos veces, se metió en la ducha.
Después de una buena ducha, se dirigió a la cocina a desayunar: una buena taza de café y unas tostadas con mermelada.

Una vez se había espabilado, se armó de valor y llamó a Kate. Comunicaba... Decidió no darle importancia, y partió a dar una vuelta con la bici.
Tras unos kilómetros de trayecto, Kurt se da cuenta de que le sonaba el móvil. Decidió parar y atender la llamada. Era ella... 


Nada más ver quien le llamaba, sonrió y pocos segundos después respondió:

-¿Diga?-dijo intrigado-.
-¿Kurt? Hola, soy Kate, nos conocimos anoche. ¿Te acuerdas de mí?
-¡Ah! Hola Kate, ¿qué tal estás?
-Muy bien, tenía muchas de hablar contigo.
-Y yo también, me lo pasé muy bien anoche. Bueno, ¿qué querías?
-Me preguntaba si querías pasar el día conmigo antes de ir esta noche al combate.
-Me encantaría, dejo la bici la bici, y voy para allá. ¿Dónde quedamos?
-¿Conoces el Hard Rock Café de la cuarta con Stancliff?
-Claro, voy todos los días a desayunar. Quedamos allí, ¿a qué hora?
-¿Te viene bien a la una y media?
-Bien, me viene perfecto. Allí estaré.
-Vale, pues luego nos vemos. Un beso.

Kurt colgó el teléfono y se le iluminó el rostro de felicidad.
Montó en la bici y se dirigió a casa. Al llegar a casa se dio una ducha, se vistió rápidamente y marchó al lugar donde había quedado con Kate.
Como era de esperar, llegó pronto. Cinco minutos después escuchó un silbido que provenía de la otra parte de la calle. Kurt se giró de golpe y vio a Kate en un coche al otro lado de la calle. Kurt estaba asombrado, porque no esperaba recibirla de esa forma y fue con paso ligero hacia ella.
Mientras abría la puerta del coche, dijo con voz tenue:


-Hola Kate -mientras se sentaba en el asiento del copiloto-.
Se acercó a ella y le dio un beso. Ella asombrada, rió. Kurt dijo:
-Cuando quieras.
Kate puso el coche marcha y tomaron rumbo hacia el restaurante. El transcurso del viaje no fue muy largo, tardaron quince minutos en llegar, en el que había compartido risas y miradas. Una vez allí, entraron al restaurante y pidieron una mesa para dos.
Durante la comida, se conocieron un poco más y disfrutaron de una comida agradable.



*******


Eran las seis de la tarde, Dan llevaba todo el día repasando sus vídeos y los de su rival. Había pensado tantas veces los movimientos e imaginado como ganar esa pelea, que creía que ya tenía el pase para el campeonato autonómico. Una vez tras otra se repetía en su mente:
<< Es bueno de pie, tengo que tirarlo al suelo, y entonces estaremos en mi terreno >>

Estaba acabando de llenar la mochila para ir al gimnasio y repasar con su entrenador la estrategia prevista. Si no fuera poco por los nervios del combate, hoy sería la primera vez en que Alice le veía combatir. Cogió la mochila y puso rumbo al gimnasio sin parar de repasar los movimientos que tenía que hacer, de imaginar el combate.
Cuando llegó al gimnasio, su entrenador le esperaba con los vídeos preparados para verlos. Esto se había repetido durante varias semanas, a lo largo que preparaban este combate.

Mirando una repetición del vídeo el entrenador le dijo a Dan:


-Ves, ahí ha dejado su pierna adelantada. Tienes que tirarte a por ella, levantarlo sobre tí y tirarlo al suelo. Ese es el momento justo en el que tienes que ir, si no te llevarás un rodillazo. Evita el combate por golpes, es mucho mejor que tú ahí. Si te ves apurado y no puedes ganarle por golpes en el suelo, hazle una finalización.
-Lo sé entrenador, he repasado tantos estos vídeos, lo he imaginado tanto, que creo saber todas las combinaciones posibles que vayan a suceder en este combate.
-Lo sé Dan, siempre has sido mi mejor alumno y el más aplicado a la hora de preparar un combate. Dejemos ya de ver los vídeos, lo que necesitas ahora es moverte. Vamos a calentar con las manoplas antes de ir al estadio. Y allí volveremos a calentar un poco más.

Para Dan el ejercicio de las manoplas le hacía sentirse en paz. Su entrenador le decía dónde golpear y el golpeaba con total exactitud. no era el luchador más fuerte, ni el mejor técnicamente, pero sí el que más se esforzaba y más fuerza de voluntad tenía. Es normal que estuviera nervioso, Dan era un experto en defenderse, pero en cuanto atacar era menos habilidoso que sus rivales. Se sentía cómodo a la hora de proyectar, golpear y luxar en el suelo.

Dan había dejado su mente en blanco, cuando menos se lo esperaba, ya estaba en el vestuario del estadio Front Ripper calentando con las manoplas...


Los dos luchadores estaban en el centro del ring mirándose mutuamente, el árbitro les llamó a los dos para explicarles las reglas. El rival de Dan se le acercó y le dijo:
- Cuando termines el combate, vas a necesitar comer con pajita.
A lo que Dan respondió:
- No adelantes acontecimientos. Ya veremos quien gana...
El árbitro estaba terminando de dar las últimas indicaciones:
-No quiero golpes bajos, ni mordiscos, y no peguéis en la nuca.

Los dos volvieron a sus esquinas y sonó la campana, en aquel momento, todos los espectadores comenzaron a aplaudir.

El primer asalto no tuvo nada de especial, se tantearon con golpes, ninguno estaba dispuesto a arriesgarse. Lanzaban algún jab que otro para medir distancias y cuando estaban seguros, soltaban algún gancho que otro. El rival de Dan estuvo dominando el combate lanzando jabs sin parar con el fin de romper el ritmo de Dan. Fueron los tres minutos más largos del combate, y más aburridos. Cuando los púgiles empezaban a soltarse, sonó la campana. Cada uno volvió a su esquina, donde a Dan le esperaba su entrenador para darle unas indicaciones:
- No le dejes que se acerque, intenta mantener la distancia, y cuando veas la oportunidad perfecta entra a proyectar a las piernas. No te quedes arriba, si no ahi te va a dominar el combate, recuerda que su especialidad es el muay thai.
Dan pensaba la mejor manera de acercarse al rival para tirarlo al suelo, cuando el árbitro de mesa gritó:
- ¡Segundos fuera!

Los entrenadores se retiraron de las esquinas y los luchadores se ponían en posición de defensa al escuchar la campana.

El ambiente había cambiado por completo, se podía denotar las auras de lucha de los dos. Dan avanzó, decidido, se puso en el rango correcto que midió con un golpe. Cuando estaba en la distancia perfecta, lanzó un golpe alto a la cabeza del rival, y se abalanzó hacia las piernas con todo su cuerpo, pero la proyección nunca llegó...